Como parte de nuestro esfuerzo para dar a conocer el trabajo de los profesionales en las artes escénicas y sensibilizar sobre temáticas de interés del sector, el Festival de Danza LDC propone una nueva entrega con Emilia Cominguez de la compañía argentina Piso 9.
Aquí la artista nos lleva por su trayectoria profesional en donde nos cuenta como trasladan la realidad de sus vidas, el humor, las frustraciones y las locuras a sus obras. Además de una reflexión sobre el camino por recorrer en cuanto a la inclusión y la diversidad funcional en la danza.
¿Cuál ha sido la trayectoria de Emilia? ¿Cuéntanos un poco sobre tu formación?
A los 13 años entré en la Escuela Nacional de Danzas N° 2 (que actualmente se llama “Escuela Superior de Educación Artística en Danza Jorge Donn”). Terminé mis estudios en el “Instituto Nacional Superior del Profesorado de Danza María Ruanova”, donde obtuve mi título de Profesora Nacional Superior de Danza Clásica y Contemporánea.
Antes de graduarme ya estaba bailando en una compañía independiente de danza aérea (con arneses). Con una beca que obtuve, viajé a Carolina del Norte, al American Dance Festival, y durante 6 semanas tomé clases con maestros de todo el mundo… me voló la cabeza. Entendí allí que necesitaba estudiar esas técnicas que me abrían un mundo nuevo, una forma nueva de moverme, de entender el cuerpo. Medio año después estaba viviendo en Nueva York y tomando esas clases. Vivir en Nueva York durante dos años realmente influyó en mi formación. Estudié en Movement Research, en Susan Klein Dance School, y en Trisha Brown Studio. Jeremy Nelson, Mark Haim, Kirstie Simson, Barbara Mahler entre muchos otros marcaron lo que sería la búsqueda de mi propio movimiento, el estudio de mi cuerpo desde una profundidad que jamás dejé de trabajar. La Técnica Release conectó con mi personalidad y fue en la que quise entrenarme, y el Contact Improvisation me dio una inteligencia de movimiento, del cuerpo, de lo intuitivo, que marcaron no solo mi forma de bailar, sino de enseñar. Veía muchísimas funciones, Works in progres. Ver bailar a toda esa gente de todas formas, edades, colores y nacionalidades cambió mi forma de ver las cosas y lo considero parte de mi formación. Así como también relacionarme con otras artistas, fotógrafas, músicas, bailarinas de diferentes estilos, entre otras cosas. Después de NY vino Madrid.
En Madrid estuve 10 años trabajando con EnClaveDANZA; fueron la reafirmación de por donde pasaba mi movimiento, y como quería llevar esa búsqueda al escenario. Me gusta pensar que allí continúe aprendiendo de mis compañeros, de Cristina Masson, de Marcelo Orueta, luego Judith Rodrigo; cosas que ningún maestro te puede enseñar, solo la experiencia de crear, montar y bailar las obras junto con gente que admiras y que te entregas de una manera que es difícil de explicar.
¿Cómo nació la idea de Piso 9? ¿Qué temáticas y sensibilidades querían trabajar? Coméntanos un poco el recorrido con la compañía.
En Madrid conocí a Lucila Meira, argentina y de Buenos Aires como yo. En el 2010 las dos estábamos viviendo nuevamente en Bs As, y ahí es cuando nace la idea de Piso 9, hace ya 11 años. Queríamos volver a hacer “Lugares vacíos” que fue nuestra primera pieza juntas. La habíamos montado en Madrid, pero no la llegamos a estrenar. En Bs As quisimos retomarla y estrenarla. Así comenzamos ensayando en casa de Lucila, (en el piso 9) y así comenzó una búsqueda que nos llevó a sumar otra integrante, Caterina Mora. Nuestra compañía, desde que nació, es un espacio de búsqueda, de experimentación, es un espacio de creación donde lo más importante es la relación entre nosotras. La temática y el estilo, las sensibilidades que trabajamos no necesitaron discusión jamás, simplemente es nuestro espacio y realmente es una relación de tanta escucha y respeto entre nosotras que las obras salen de una forma muy natural.
Con muchísimo esfuerzo y todo a pulmón logramos estrenar una obra al año, en diferentes salas y festivales de Bs As y La Plata Siempre de forma absolutamente independiente y sin apoyos económicos de ningún tipo. Lugares Vacíos se convirtió en “Drie ¾”, luego llegaron “Las señoritas de la milonga” esos personajes que querían bailar y nadie las sacaba, nadie las dejaba, por eso deciden bailar solas, ocupar el espacio, bailar entre ellas; “D.A” un primer acercamiento de Lucila a mostrar una realidad de cuerpo sin fuerza, de alguien que sostiene a otro, de caer constantemente; “Compañeras de piso”…con esta obra llego a Piso 9 Verónica Trigos, hoy impensable Piso 9 sin ella, un ser especial lleno de amor y entrega absoluta, brillante en su arte y en su forma de ser. Es increíble como funcionamos desde un lugar de absoluto amor. Y como nuestras vidas se entrelazan para siempre encontrar en cada obra un pedacito de cada una de nosotras.
¿Cuál es vuestra fuente de inspiración? ¿En dónde encontráis motivación para crear las piezas en las que trabajan?
Nuestros ritmos y nuestras obras tienen absolutamente que ver con nuestras vidas, con lo que nos pasa, con lo que sentimos. Al ver las obras que fuimos haciendo es impresionante ver como coinciden con momentos muy específicos de nuestras vidas. El día a día. Personajes que pueden hacer lo que nosotras no, o relatan nuestras frustraciones, o se ríen del absurdo de todo. El humor presente en los ensayos, fue casi imposible no trasladarlo a las obras. Las tragedias que nos pasaron también pasaron por nuestras obras. La acelga colgando del bolso, el plumero, los tacos y los vestidos, cantar con un secador de pelo, las locuras, lo surrealista, lo injusto, todo lo que vivimos lo puedes encontrar en nuestras obras. Tarea Cumplida, obra que amamos, nace de las charlas cuando llegamos a nuestros ensayos, agotadas después de haber limpiado, lavado, planchado, colgado la ropa, ocupado de les hijes, de nuestros trabajos fuera de casa, y después de tooodo eso, recién ahí podíamos bailar. La lógica fue trasladar eso al escenario. Y por supuesto cargarlo de la poesía, de esas mujeres que, aunque su vida se les iba haciendo la limpieza, soñaban con bailar con Caetano Veloso sonando de fondo…o con el sonido del lavarropas…pero ellas bailaban, como sea, con los guantes de cocina puestos, y los trapos por todo el escenario. Somos nosotras que bailamos a pesar de todo, mujeres y mamás artistas en un mundo patriarcal y donde la danza parece ser solo de quienes más pirouettes saben hacer o mejores amigos supieron tener…
El humor y la danza, bailar y estar juntas, así sabemos afrontar el mundo nosotras, bailando y juntas. Piso 9 nos salva cuando la realidad de un mundo que está cada vez más difícil y ahora también con pandemia nos pasa por encima. Sufrimos mucho por no tener más horas para bailar y para crear, más dinero para producciones. Pero seguimos siempre. Y juntas.
¿Cómo ha sido la adaptación de Piso 9 a nuevos formatos debido al COVID-19?
¡Pues nos ha costado muchísimo! Seguíamos juntándonos por llamada de Whatsapp todas las semanas y siempre con miles de ideas, y reflexiones, pero nos costaba mucho producir algo en formato video. Logramos hacer unos videos muy cortos, con nuestros personajes de tarea cumplida, (que siempre tienen que ver con la realidad, que siempre aparecen en situaciones surrealistas y no por casualidad aparecieron en plena cuarentena). Lucila no para de escribir y crear, Vero y yo hicimos algunos videos más, pero añoramos trabajar en persona y exponer ahí nuestras ideas. Y eso aún no ha podido ser posible aquí en Bs As. La idea es empezar nueva obra que está escribiendo Lucila aunque sea por video llamada. ¡A ver si nos sale!
El año pasado participaron en el Festival de Danza LDC con la pieza “Emaland” y un taller del mismo nombre ¿Cómo fue la experiencia de coreografiar esta pieza?
Emaland fue un trabajo de muchos años. Para mí fue increíble ver el desarrollo en Lucila, cómo fue ordenándose todo en su cabeza…
Comenzó como dúo. Estaba claro que había que mostrar la relación de la mamá y su hija. Vero tomó el papel de la madre y Lucila hace de su hija, Ema. Esa relación es el principio de la obra. Fue un trabajo de investigación del movimiento y los sentimientos que duró años. Verónica entra en ese papel de una forma emocionante, y Lucila convirtió en danza los movimientos de Ema, las descargas eléctricas, sus gestos, sus miradas.
Así se estrenó. Pero luego de verlo Lucila sintió que faltaba algo. Ya estaba lista para algo más, mostrar realmente a Ema. Ahí fue cuando volvimos a la sala de ensayo y empezamos a trabajar con ella. Fue una experiencia única, y muy fuerte. Lucila está muy acostumbrada a moverla y a bailar con ella desde que nació. En mi caso fue experimentar, animarme a más. Bailamos y aprendimos de ella. Creo que lo que hace la obra especial, más allá de verla a Ema que es simplemente alucinante, es cómo fueron sus movimientos los que trabajamos como material coreográfico.
La idea era mostrarla, pero no podíamos llevarla al escenario, fue claro entonces hacer el video con Ema hasta colgando de un arnés. ¡Le fascinaba! ¡Lo que se rió esa nena cuando le dábamos vueltas y la hacíamos volar!
El final fue claro también. Volvimos al dúo, pero esta vez Lucila y yo, para poder mostrar ese otro mundo más poético, donde las dos son una sola… como un sueño. Trabajamos las secuencias de movimiento primero con Ema, y luego entre nosotras dos. Es lo alucinante de la danza, que pudimos llevar a escena los movimientos que surgieron de la escucha, de bailar con Ema, de aprender de ella, de imitarla, de entenderla.
Creo que lo hermoso quedó en la interpretación que cada uno puede darle a la obra, lo que le llega a cada persona después de verla. En cada función que hicimos antes de la pandemia lloraba cuando terminaba el dúo de Vero y Lucila. ¡Cada vez! Evidentemente toca algo muy profundo y no necesito saber qué es o ponerle palabras, simplemente se siente algo adentro y genera reacciones en el cuerpo, como emocionarnos, o llorar…
¿Cuáles son tus reflexiones sobre la inclusión y la diversidad funcional en la danza? ¿Nos queda aún mucho camino que recorrer?
Realmente siento que no hay inclusión real todavía. Muchos creen que por poner en una obra a una persona con alguna diversidad funcional ya es integrar, y nosotras no creemos eso. La inclusión se da cuando no esperamos que el diferente a nosotros haga lo más parecido posible a lo que el resto considera que está bien, que es correcto o que es bello. En cambio, tenemos que aprender los unos de los otros.
¡A la danza le cuesta integrar a bailarines que no buscan la posición más alta de piernas o la acrobacia más audaz, imagínate si no le cuesta integrar a personas diferentes!
Es como con el feminismo, el día que no tengamos ni que nombrarlo será cuando haya justicia e igualdad. Mientras que le tengamos que poner nombre y hacer una aclaración cada vez que hacemos una obra con alguien diferente, es que nos falta mucho. Es que no lo vemos normal, o no lo vemos danza o no lo vemos arte. O pareciera que es arte, pero menor porque incluye una persona diferente que no solo no hace tres pirouettes sino que encima no habla ni camina. Así que si, falta mucho camino por recorrer. Hasta que no tengamos que aclarar todo tanto… Ojalá pudiéramos disfrutar la danza y el arte sin explicaciones, solo con lo que se siente…
Emilia Cominguez (Piso 9)
http://piso9danza.com.ar/
Quiero recomendar que miren el trabajo de mi amiga Andrea Sanmartin, una artista plástica maravillosa que hace unos años formo el colectivo de artistas mujeres XXY. Con Andrea nos pasó que coincidimos en obras que estábamos haciendo muy parecidas, ella en formato plástica, nosotras desde la danza. No es casual que mujeres, artistas, madres, docentes, con muchas cosas tan en común, coincidamos en producciones y temáticas donde nos sentimos reflejadas.
Ella y su inagotable cabeza siempre con miles de ideas y obras y proyectos, me convoco para uno de esos proyectos en cuarentena. Para mí un honor participar. Es una artista y persona a la que quiero y admiro muchísimo.